domingo, 9 de febrero de 2014

Cuento inventado: La pluma

Hace mucho, mucho tiempo, había una caracola perdida en la suave arena del fondo de un mar de letras.
Tenía forma de un siniestro laberinto espiral; su tamaño exterior era mediano como el pétalo de una flor y su color extraordinario era cambiante como la piel de un camaleón: a veces era anaranjado como el cielo al atardecer y, a veces, era transparente como una lluvia de seda.

En aquella caracola habitaba un tucán marino, narrador de historias, que pescaba letras perdidas para formar palabras con las que escribir sus fantasías. Las coloridas plumas del tucán relucían como diamantes de sueños cuando los rayos del sol reflejaban en el agua cristalina. Su pico era tan largo como los doce meses del año y brillaba como una constelación de estrellas.

Una noche, mientras el tucán dormía, soñando con ser el personaje de uno de sus cuentos, una v traviesa, juguetona y bromista cortó con unas afiladas tijeras la pluma más querida por el tucán. Al amanecer, cuando el tucán se despertó, se dió cuenta de que le faltaba su pluma más querida. Buscó y rebuscó durante unos días pero no encontró su pluma. Al atardecer fue a la Biblioteca Marina a buscar a su amigo Orbil, el ratón.

Orbil lo acompañó a visitar todos los cuentos con plumas: Medio Pollito, El Pájaro Loco ... hasta que llegaron al cuento del Patito Feo. Allí, entre las pájinas, estaba la pluma. El tucán lloró de alegría y la pegó.

                                         Y, con plumas y ratones, se nos caen los pantalones

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