viernes, 28 de noviembre de 2014

Continuación de El cuento del joven marinero

Simón fue a visitar a Nora, pero de pronto, vio que ella se estaba montando en barco rumbo a Nueva York. Simón intentó correr todo lo posible para alcanzar a Nora, pero cuando llegó, el barco ya había partido. A Simón le entraron los nervios. Lo primero que pensó fue que se quedó sin su beso, y lo segundo que pensó fue que nunca más volvería a verla.

Simón empezó a preparar todo para ir rumbo a N.Y. en busca de Nora por la mañana. Simón durmió muy incómodo, pensando en qué le iba a decir a ella. Le entró el sueño y se intentó dormir sin pensar en Nora.

A la mañana siguiente, Simón se despertó muy entusiasmado. Cuando fue a poner el pie en el barco para subirse, se dio cuenta de que no había echado el ancla ni le había atado una cuerda. Al mirar el mar, a lo lejos, vio su barco, pero pensó que no merecía la pena ir a por él. Simón no sabía qué hacer. Estaba muy deprimido e intentó empezar a olvidar a Nora, ya que creía que no la volvería ver más.

Entre los ruidos de las olas y el mar, escuchó un barco. De pronto le pareció haber visto a una chica que se parecía a Nora en el barco pero pensó que era fruto de su imaginación. Cada vez que el barco se acercaba más, esa chica se parecía más a Nora

Y efectivamente, ¡ERA NORA! Simón se alegró mucho. Le preguntó que por qué se había ido y ella le contestó que tuvo que ir a visitar a unos familiares. Simón le dijo que aún le debía el beso. Así que Nora se lo dio y Simón, la naranja. Y para ellos ese día fue como el día de su boda y tuvieron como tradición regalarse naranjas por su aniversario.

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