Érase una vez, muchos años atrás, vivía un hombre de veinticinco años llamado Diego, aunque le solían decir Diego el valiente, por su gran valentía. Era alto como el sol y moreno como el carbón.
Un día estaba durmiendo la siesta, cuando de repente oyó un grito de socorro. Fue a ver qué es lo que estaba sucediendo cuando vio a un osezno colgando de un barranco. Un duende bueno le avisó que ese lugar era demasiado peligroso, y que cuando entrabas te perdías. Diego entró, y como bien le dijo el duende, se perdió.
El duende bueno le ayudó a orientarse y juntos consiguieron salvar al osezno.
Y con osos y cuevas, comemos habichuelas.
Muy bien Alberto.
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