He aprendido de este libro que los ancianos pueden quererse, y que no hay nadie que pueda impedirlo.
También, que tenemos que querer muchísimo a los abuelos y visitarlos de vez en cuando, para que no se sientan nunca solos.
No hay que ser malas personas, como Josefina, que sólo iba a casa de su abuela para pedirle dinero.
Los niños no tienen que pedirle dinero a los abuelos, porque ellos se alegran un montón cuando vamos a visitarlos, así que, no os aprovechéis de los abuelos y queredlos muchísimo.
Muy bien Juanma.
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