Érase una vez, en un desierto con mucha arena, un león macho estaba caminando. Él se llamaba Toby.
Se había perdido hace muchísimos años.
Nadie le buscó y se tuvo que quedar solo, pero un día, buscando y buscando en las grandes dunas, se encontró a su abuela, que se llamaba Marujita, la mariquita.
Cuando la vio le dijo:
- Abuela, por fin te encuentro.
- Sí, he salido de una tormenta de arena, pero hay alguien que no ha tenido la misma suerte que yo: tu madre. -contestó la abuela.
Ella cogió a la madre de Toby, se la enseñó y dijo:
- Tu madre fue aplastada por los elefantes que huían de la tormenta de arena.
Toby se puso a llorar, pero paró en cuanto su abuela le dijo que iban a ir al submundo para resucitar a su madre.
El camino duraba cuatro años, pero Toby haría todo para tener de nuevo a su madre. Pero su abuela enfermó y le dijo el doctor Hormigus:
- Usted estará sana en 8 meses.
Toby quería que su abuela estuviera sana, pero también quería resucitar a su madre. Así que mientras se recuperaba Marujita, él se fue solo al submundo.
A él le daba miedo ir solo, por lo tanto, hizo un rugido muy fuerte, y en cinco segundos estaba con él su mejor amigo, que se llamaba Jerry. Los dos carnívoros llegaron al submundo. Era oscuro como las tinieblas, grande como el sol y con muchos plátanos en el suelo.
El guardián solo dejaba pasar a los que ya estaban muertos, pero las fieras atacaron al guardián y consiguieron entrar.
Ellos vieron a un ciudadano, y le preguntaron:
- Perdone, ¿ha visto a una mariquita dulce como una fresa? - preguntó Toby.
- Sí, está en esa celda de ahí. -contestó el ciudadano.
- Muchísimas gracias. -añadió Jerry.
Allí, en la celda, se encontraron a su madre, y Toby llorando de alegría dijo:
- Mamá, estás bien. La abuela me dijo que fuera al submundo, y aquí estoy, pero no he ido solo, me ha acompañado Jerry.
- ¿Y tu abuela? -dijo su madre.
- En el hospital. -contestó Toby.
Y todos juntos fueron al hospital.
La madre ha resucitado
y la abuela se ha recuperado.